Federalismo multidimensional o la paradoja de la masa crítica

“La realidad es que el federalismo ya se abre paso como la solución más apta en diversos sectores técnicos que requieren reconciliar masa crítica con escala humana”

¿Cómo conciliar la atención a nuestras comunidades locales con la necesidad de tener potencia competitiva a escala global? Probablemente esta pregunta lleve siendo pertinente como mínimo desde la caída del muro de Berlín, pero lo cierto es que la pandemia la ha hecho todavía más relevante. En la actualidad, la capacidad de movilizar y coordinar recursos humanos, materiales o financieros a gran escala confiere a las sociedades no sólo la capacidad de invertirlos de forma exponencialmente efectiva para ganar competitividad y generar prosperidad. En momentos de crisis, también les aporta la misma capacidad para reaccionar de forma rápida y creíble, y la profundidad estratégica para absorber choques con resiliencia. Esos son los beneficios de contar con lo que podemos llamar “masa crítica” en la escena mundial. En los últimos meses, en Europa hemos sido testigos de su impacto a la hora de adquirir vacunas o de emitir grandes dosis de deuda mancomunada a bajo interés. A pesar de las incidencias, estas maniobras vitales habrían sido inasequibles para la mayoría de los Estados comunitarios de forma individual.

A la vez, sin embargo, existen factores que nos empujan fuertemente a recuperar la escala humana de nuestro hábitat y de nuestra cotidianeidad como vector de la sostenibilidad, bienestar y fortaleza. Paradigmas como la “ciudad de los 15 minutos” o el Km0 buscan no sólo mejorar nuestra calidad de vida, sino también reducir desplazamientos y su impacto en el medioambiente. Emergen propuestas en todo el planeta que piden dejar atrás conceptos urbanísticos y redes de infraestructuras masificados que a menudo deshumanizan nuestro hábitat, ejercen de barreras y tienen un alto coste medioambiental cuyos efectos ya no se hacen esperar, sustituyéndolos por diseños más holísticos e integrados. La relocalización industrial, por otro lado, se manifiesta no sólo como aspiración para recuperar empleo de calidad perdido, sino también como medida de autonomía ante las sacudidas de un comercio global que ha priorizado la reducción de costes en sus cadenas de suministro por encima de su robustez. Mientras, la alarma de la despoblación del medio rural y del interior de nuestros países ha saltado en un momento en que nuestras ciudades se arriesgan a morir de éxito, amenazadas por la gentrificación y el desembarco de grandes inversores en el mercado de la vivienda. Y, por supuesto, llegada la COVID ha revalorizado todavía más la proximidad dadas las necesarias restricciones a la movilidad. 

La paradoja, pues, es evidente – podríamos referirnos a ella como la “paradoja de la masa crítica”. ¿Podemos reconciliar ambas necesidades? ¿Cómo lograr desbloquear esa masa crítica que nos exigen los tiempos respetando la escala humana de nuestro entorno? ¿Es posible hacerlo, además, asegurando un gobierno democrático que nos rinda cuentas a todos por igual? ¿Se puede, en definitiva, lograr la potencia que requieren los desafíos del presente y del futuro sin renunciar a velar por el interés y bienestar de nuestras comunidades?

Seguramente esas sean definiciones acertadas de federalismo político. Federalismo político, sí – porque, aun cuando muchos lo desechan como una propuesta utópica o ineficiente, la realidad es que el federalismo ya se abre paso como la solución más efectiva y eficiente en muchos otros ámbitos técnicos alejados de la política, precisamente movidos por esas mismas dinámicas de transformación que requieren combinar masa crítica con escala humana.

Vemos, por ejemplo, cómo en el sector de la energía avanza el desarrollo y despliegue de las microrredes, que facilitan la generación y consumo local de electricidad en pequeños núcleos casi-autosuficientes, reduciendo los costes y el impacto de la distribución desde distantes centrales generadoras. Su instalación, además, incentiva el despliegue racional de fuentes de energía limpia para abastecerlas. Sin embargo, las ventajas de la generación y consumo local se ven aumentadas por la conexión – o federación – entre microrredes dentro de una macro-red principal, lo cual permite servirse de energía en momentos de escasez local – medida de resiliencia –, y vender el excedente generado en momentos de baja demanda a un precio justo – beneficio local de la masa crítica.

En el ámbito digital, la nube funciona ya sobre estructuras federales – como Docker o Kubernetes – que permiten a cualquier desarrollador construir aplicaciones fácilmente escalables, beneficiándose de la potencia de computación y fiabilidad de grandes centros de datos centralizados. Cada función específica, creada por el desarrollador para su proyecto particular, reside en un elemento modular, que a la vez se federa mediante las capas superiores del sistema. De ellas obtiene, además de la potencia de cálculo, poderosas herramientas de desarrollo o ciberseguridad sólo posibles mediante las economías de escala que aporta la masa crítica de un gran servidor.

En la investigación y la innovación científico-tecnológicas, el federalismo se manifiesta en formato multinivel. Está más que demostrada la eficacia de la agrupación de entidades investigadoras e industriales en el entorno local mediante clústeres y ecosistemas innovadores, facilitando el intercambio de información y los esfuerzos conjuntos para enfrentarse a los desafíos más relevantes de nuestro tiempo. A su vez, estas agrupaciones locales trabajan casi siempre en redes internacionales con comportamiento federal, gobernadas mediante organismos o grupos de trabajo constituidos por representantes de las propias entidades locales – de nuevo, desbloqueando masa crítica mediante la compartición inteligente de retos, recursos e información, multiplicando los beneficios locales.

La gestión del tráfico aéreo europeo – el más denso y complejo del mundo – se lleva a cabo, desde 2011, a través de un sistema federal. Cada proveedor estatal de servicios de aeronavegación – o ANSP, por sus siglas en inglés – trabaja en todo momento bajo la supervisión y coordinación del “gestor de red” europeo. Dicha entidad coordina los flujos de tráfico internacionales para asegurar que operan dentro de la capacidad disponible y de los parámetros de seguridad, algo que queda fuera de la visibilidad de los proveedores de ámbito estatal, ceñidos a sus fronteras. La función de gestor de red es desarrollada por el organismo paneuropeo Eurocontrol – que, a su vez, es gobernado por representantes de sus 41 estados miembros. Sin esta colaboración tan estrecha, la aviación europea habría llegado a peligrosos niveles de asfixia y colapso. Hoy, esta arquitectura federal constituye la base del “cielo único europeo”.

Existen, pues, numerosísimos ejemplos de ámbitos técnicos donde se conjugan con éxito masa crítica y escala humana a través de mecanismos federales. Por lo tanto, más que un movimiento pionero, el federalismo político se está convirtiendo rápidamente en la actualización necesaria de las sociedades democráticas que aspiran a asegurar su prosperidad presente y futura. Y lo hace como una dimensión más – la más importante – de un paradigma muy amplio que demuestra, con hechos, que puede responder a la paradoja de la masa crítica poniendo la colaboración en el centro: un federalismo multidimensional. 

La reconstrucción post-pandemia, articulada en sí misma mediante un mecanismo federal de emisión de deuda europea común, que ha permitido movilizar los ingentes presupuestos de los fondos de reconstrucción Next Generation EU, nos exige trabajar también con mentalidad federal a la hora de invertir esos fondos. Los grandes proyectos transformadores que deben financiar sólo serán viables mediante la coordinación entre instituciones públicas, entre entidades privadas, y entre los propios sectores público y privado, para asegurar que todas las partes avanzan juntas en la misma dirección y con objetivos compartidos. Bien ejecutados, esos proyectos son una oportunidad única de transformar nuestros entornos locales y a la vez construir masa crítica europea. Sus resultados redibujarán el mapa de la prosperidad como mínimo para una generación. En él, avanzarán quienes opten por federarse, y perderán terreno quienes antepongan la confrontación o el inmovilismo a la colaboración. Pero este enorme esfuerzo conjunto no será un caso aislado – el futuro, ilusionante pero también implacable, nos exige que el federalismo y la colaboración sean la nueva normalidad.

Gonçal Berastegui Canosa

Comentarios

  1. Sempre que llegeixo un article teu m'invita a la reflexió i m'agrada rellegir- lo poc a poc per anar constant el bon disc dur q el sustenta i la teva escriptura àgil i lectura fàcil.
    Gràcies Gonçal

    ResponderEliminar
  2. Hola Gonçal. Primero permíteme decirte que estudiaste lo que era mi sueño de joven. Aeronáutico. Y, para más inri, con conciencia social. En segundo lugar, te felicito por que ya vayamos aterrizando cosas. El federalismo es una gran cosa, con mucho sentido común... Ni utópica ni ineficiente si lo organizamos bien y con verdadera cooperación y comunidad. Endavant!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchísimas gracias, ¡un placer poder compartir ideas y propuestas!

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Darío el Grande, la oreja de Jenkins y el Canciller de Hierro

La compra conjunta de innovación como catalizador federal

La envidia de la ilusión